Correo Colonial Mexicano 1521-1821

Febrero 2003

Colección Alicia e Isaac Backal

Después de la conquista de Tenochtitlán, Cortés conservó el sistema de correo prehispánico, el que fue utilizado para comunicarse con los diferentes pueblos indígenas. Pero para enviar comunicaciones entre españoles los conquistadores no confiaron en el correo indígena; el envío de su correspondencia se hacía a través de españoles viajeros, y en caso necesario, los encomenderos o los frailes pagaban a un “mensajero especial” para el envío de la correspondencia.

En el siglo XVI, España contaba ya con un buen servicio de correos. Este era negocio privado de la familia Tassis quien manejaba, con excepción de Sevilla, todo el correo de España. En Sevilla, los Reyes Católicos habían nombrado un Correo Mayor.

En la Nueva España, los intereses creados con motivo del establecimiento de las encomiendas hicieron que las autoridades locales interceptaran, en numerosas ocasiones, la correspondencia para enterarse de su contenido.

1544 en que un visitador real, Francisco Tello de Sandoval dictó las bases para el movimiento de correspondencia haciendo énfasis en la libertad que debería haber para “que puedan escribir a su Magestad y a este consejo los que quisieren y que las cartas que de aca se embiaren, no se detengan”.

Para la recepción y resguardo de la correspondencia que se enviaba de la Nueva España hacia Europa, en 1544 se nombró en Sevilla dentro de la organización del Correo Mayor de Indias a un “Teniente de Correo Mayor de Indias”. Para recibir la correspondencia enviada a la Nueva España se responsabilizó al Alcalde de Veracruz.

Esto provocó la protesta del Correo Mayor de España, que nuevamente intentó monopolizar para su beneficio el correo colonial.

Hasta el año de 1766 el correo se manejó como un negocio; debido a ésto, el servicio sólo se daba entre las poblaciones de mayor importancia. Las poblaciones menores recibían el servicio de correo, solamente si estaban situadas en las rutas establecidas entre las ciudades principales. Uno de los cambios más importantes efectuados al recuperar la Corona el servicio, fue el de intentar comunicar a la mayor cantidad de puntos posibles, sin considerar el beneficio económico.

En 1763 se creó el Correo de Mar entre España y las Colonias; anteriormente, la correspondencia se enviaba en barcos mercantes, pagando por el transporte de la correspondencia, pero a partir de ese año se adquirieron naves para uso exclusivo del correo.

Las cartas anteriores a 1732 no presentan marcas postales. La marca postal más antigua es de 1736, y fue usada en Veracruz. Poco después, la Ciudad de México usó una marca similar. Por alguna razón el uso de marcas de origen no se popularizó y entre 1732 y 1760 es rarísimo encontrar cartas con marcas postales, algunas muestran un “2rs” manuscrito indicando el porte por cobrar. En 1758 aparecen marcas postales en Zacatecas, y a partir de 1760 aparecen varias marcas más en Querétaro, Valladolid, San Luis Potosí y otras ciudades de importancia.

Es probable que, la poca frecuencia con que las cartas coloniales muestran marcas postales en el periodo de los Correos Mayores, se deba a que las marcas de origen no se aplicaban a toda la correspondencia, sino únicamente a las cartas que quedaban en la parte superior de los paquetes.

El uso de marcas de porteo comenzó en 1765, pero por la dificultad de conseguir las tintas correspondientes, no se seguía al pie de la letra las reglas: usar sellos negros para cartas con el porte pagado, y sellos rojos para cartas con porte por cobrar.

Para distinguir las cartas prepagadas (sellos negros) de las por cobrar (sellos rojos) se adoptó la costumbre de marcar al frente de la carta con el sello numeral las cartas por cobrar, y para la correspondencia pagada previamente, se marcaba el reverso de la carta con el sello numeral correspondiente. Además, en la correspondencia prepagada los sellos de origen llevaban añadida la palabra “franca”, “franco” o “franqueada”. Como la gran mayoría de las cartas se enviaban al cobro, las cartas prepagadas son más raras.

En 1809, España fue ocupada por Napoleón. En América las colonias siguieron siendo fieles a la Corona Española y para demostrarlo se ordenó que se pusiera un sello adicional a la correspondencia con la leyenda: “Viva Fernando VII”. En la Nueva España, los criollos ya pensaban en una independencia parcial y el sello mencionado se usó esporádicamente al grado que las cartas sobrevivientes que portan dicho sello son auténticas rarezas.

La correspondencia oficial era libre de porte. Para distinguirla debía llevar el sello de la Oficina que la expedía, o un sello con el escudo de armas de la Corona. En algunas oficinas, se ponían sellos con el nombre del oficial que autorizaba y certificaba que dicha correspondencia era Oficial; en Campeche por ejemplo, en las cartas oficiales que han llegado a nosotros se observa un sello oval en el que se lee “Franca Canobas”. Esta costumbre, por lo menos en Campeche, continuó hasta el Imperio de Iturbide.

Durante la Guerra de Independencia entre 1810 y 1815 se afectó gravemente el servicio, teniéndose que interrumpir numerosas rutas postales. Pero ya en 1818 el servicio se reanudó casi entre todos los puntos de la República. Los Insurgentes organizaron por órdenes de Hidalgo un servicio de correo similar al español, el cual funcionó precariamente debido a los continuos hechos de armas.

En septiembre de 1821, al consumarse la Independencia, cesó de existir el Correo Colonial.