UN TRÉBOL, UNA ABEJA: UNA PRADERA.

BITÁCORA FILATÉLICA

por Frida Castañeda

Del 24 de febrero a junio del 2023

Las obras que Frida Castañeda nos presenta en Un trébol, una abeja: una pradera. Bitácora filatélica me remiten a esos días de busca entre los helechos, un ala de abeja perfectamente formada, una piedrita de forma extraña y memorable. La artista presenta, con su exaltado ímpetu coleccionista, un conjunto de obras que resplandecen en su plano minúsculo y nos exigen detenernos en sus detalles: ¿Cuántas mariposas se han posado en esta flor? ¿En qué ángulo brilla más ese rincón dorado? ¿Dónde termina el ala y empieza el pétalo? Dados los materiales que Castañeda usa -grana cochinilla, cera de abeja- las imágenes que vemos cambian con el tiempo y se transforman en su lienzo: son seres vivos que nos devuelven la mirada.

No es casualidad que las plantas, hongos y animales de diversos tamaños representen una área temática tan extensa de la filatelia; de hecho, la particular relación insecto-estampilla tiene su propio nombre: entomofilatelia. Y es que los timbres postales son mucho más que un papelito cuadrado que se pega en ciertos documentos para formalizar su envío, en ellos se representan gráficamente aspectos varios de un país o una región. En ese sentido, las obras que agitan sus alas en esta sala son prueba del interés continuado que Castañeda muestra en representar las vidas minúsculas que ha crecido observando. Basta ver las metáforas delicadas que tejió con semillas y plantas en su exposición Memorias Vegetales, los expresivos grabados que acompañan la más reciente edición de Oriente de los insectos mexicanos, de Pablo Soler Frost, o sus bellísimas cianotipias pobladas de grillos y orugas, por las que yo confieso sentir una especial debilidad.

«¿Qué otra cosa es una colección sino un desorden al cual el hábito mismo ha acomodado hasta el punto de hacerlo parecer como orden?», se preguntó Walter Benjamin, autor de observaciones fundamentales sobre la fragilidad del coleccionismo. Inmersa en su propio universo botánico, al cual nos invita a asomarnos un momento, Castañeda ha tejido su obra con paciencia, haciendo gala de agudeza que solo puede tener alguien que se ha tomado, verdaderamente, el tiempo de detenerse y mirar, de plasmar el mundo en sus propios términos. La artista es, en el fondo, una coleccionista, y todo coleccionista sabe que su colección está condenada a no completarse. Condenada no, destinada, porque es lo contrario de un fracaso. Es esa imposibilidad la que la dota de sentido.

Como en toda bitácora, estamos ante la belleza de las aproximaciones. No hay, en estos cuadros ni esta sala, ni en este conjunto de obra, terminación ni línea de llegada. Es como el mundo: en ella hay fragmentos, pinceladas. Rayos de sol, viento que sopla y agita las hojas. El secreto está en entregarnos a esa brisa.

Isabel Zapata